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Roma | Muy Historia nº 163 septiembre de 2023

7,99 

Hay existencias

En el mundo latino antiguo, el paso entre la República y el Imperio contó con dos grandes protagonistas: Julio César y Augusto. La dinastía resultante de la familia Julio Claudia protagonizó los años más gloriosos de la Roma clásica, aunque los sucesores de ambos jugaran en otra liga. La República tenía ya cinco siglos de historia cuando el «divino calvo» hizo saltar sus cimientos, inaugurando un gobierno autoritario y basado en el culto a la personalidad. No era para menos, porque el dictador republicano fue una figura seductora, tanto para mujeres como para hombres, protagonista de una extraordinaria carrera militar y política, uno de los mejores escritores en lengua latina y un líder natural para los soldados a su cargo, quienes a pesar de hacer chanzas sobre su calvicie no dudaban en seguirle en cualquier batalla, conocedores de su valor, compañerismo y capacidad estratégica. Su sucesor y heredero, Octavio Augusto —que se invistió emperador, alcanzando la divinidad, y dirigió los destinos de Roma durante 41 años—, estableció la Pax Romana, expandió el territorio, reconstruyó la capital y desarrolló la red de calzadas. Mientras él y su mujer, Livia, la matrona romana perfecta, se presentaban como ejemplos de virtud y sencillez e impulsaban la familia y la natalidad, del resto de la dinastía (Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón) queda ya otra imagen: escándalos, asesinatos, conjuras, demencia. No obstante, el Imperio siguió adelante… Aquí te sumergirás en aquella época. Disfruta de la lectura.

Roma | Muy Historia nº 163 septiembre de 2023

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En el mundo latino antiguo, el paso entre la República y el Imperio contó con dos grandes protagonistas: Julio César y Augusto. La dinastía resultante de la familia Julio Claudia protagonizó los años más gloriosos de la Roma clásica, aunque los sucesores de ambos jugaran en otra liga. La República tenía ya cinco siglos de historia cuando el «divino calvo» hizo saltar sus cimientos, inaugurando un gobierno autoritario y basado en el culto a la personalidad. No era para menos, porque el dictador republicano fue una figura seductora, tanto para mujeres como para hombres, protagonista de una extraordinaria carrera militar y política, uno de los mejores escritores en lengua latina y un líder natural para los soldados a su cargo, quienes a pesar de hacer chanzas sobre su calvicie no dudaban en seguirle en cualquier batalla, conocedores de su valor, compañerismo y capacidad estratégica. Su sucesor y heredero, Octavio Augusto —que se invistió emperador, alcanzando la divinidad, y dirigió los destinos de Roma durante 41 años—, estableció la Pax Romana, expandió el territorio, reconstruyó la capital y desarrolló la red de calzadas. Mientras él y su mujer, Livia, la matrona romana perfecta, se presentaban como ejemplos de virtud y sencillez e impulsaban la familia y la natalidad, del resto de la dinastía (Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón) queda ya otra imagen: escándalos, asesinatos, conjuras, demencia. No obstante, el Imperio siguió adelante… Aquí te sumergirás en aquella época. Disfruta de la lectura.